Activar sentimientos de pertenencia y solidaridad con quienes se consideran “otros”  resulta clave para apoyar políticas públicas redistributivas. En este trabajo, en vez de proponer una argumentación de base moral abstracta que mueva las conciencias o convenza cognitivamente, se focaliza en la generación de sentidos de responsabilidad común desde la experiencia y el  encuentro en espacios públicos de socialización informal. En los espacios públicos las personas cotidianamente interactúan de forma no intencionada reconociéndose en sus similitudes y humanidad común a la vez que visibilizando sus diferencias y potenciales tensiones.  En el patio de la escuela, la sala de espera del hospital, el parque, la biblioteca, el transporte público, el centro cultural, en los polideportivos, en las aceras y en los mercados, hay cruces con personas que van más allá de nuestros círculos más íntimos de familiares o conocidos. Estas experiencias nos interpelan y van forjando actitudes, preferencias y posiciones políticas aún cuando las personas no sean capaces de verbalizarlas o sistematizarlas de forma explícita.  Por esta razón, interesa analizar en qué medida la experiencia del “otro/a” puede suscitar compromiso con su destino y suerte. Específicamente, si estos espacios sirven para tejer responsabilidades comunes y, en tal caso,  qué condiciones aumentan la probabilidad de que ocurra o, por el contrario, bloquean esa posibilidad. Esto resulta interesante teóricamente y urgente políticamente. Interesante de observar en tanto sucede en sociedades diversas y plurales atravesadas por procesos de aceleración social, virtualización de los encuentros y privatización de la vida. Urgente frente al preocupante aumento de descrédito democrático, fractura social y avance de preferencias autoritarias y consolidaciones de extremas derechas en posiciones de poder institucional.